Una marcha imparable
Por
Jaime Fajardo Landaeta
Twitter:
@JaimeFajardoLan
Lo más
positivo que deja el actual paro nacional en nuestro país es la evidencia de
que ha llegado a un alto grado de madurez el movimiento social que aglutina a jóvenes,
estudiantes y trabajadores que se arriesgaron en el propósito de desmontar el
proyecto de reforma tributaria propuesta por el gobierno de Iván Duque.
Movimiento que continua en las calles contra las reformas educativa, laboral y económica;
contra los asesinatos cometidos por agentes del Estado, y para asegurarle garantías
a la movilización ciudadana, como parte de un pliego nacional que desde el 2019
se viene agitando y que no ha sido resuelto.
A no
dudarlo, vamos a tener miles de esos jóvenes decidiendo sobre el futuro del
país, porque tienen claridad acerca de quiénes son los responsables de las
masacres, desplazamientos, asesinatos de líderes sociales y de los muertos en
los tiroteos propiciados al calor de las gigantescas marchas pacíficas que
hemos visto en todo el territorio nacional. Ahora el escenario es diferente al del
plebiscito por la paz, que estuvo plagado de mensajes engañosos y de maniobras
corruptas y fraudulentas, inspirados en el odio, la venganza y el terror, y que
llevaron a la ciudadanía a votar por el no, que obligó a modificar los acuerdos
de paz. Acuerdos que -a propósito- han ganado un gran reconocimiento por parte de
la comunidad nacional e internacional.
A
pesar de las amenazas del gobierno, los marchantes siguen en las calles, esperando
los resultados de la negociación que surja de los diálogos con el Comité
Nacional de Paro. Con la ventaja de que no les temen a las balas del régimen, ni
a los grupos paramilitares que la extrema derecha ha activado en diversas
regiones; tampoco a los vándalos que con sus acciones llenan de argumentos a
los opositores de la movilización. Todo ello, porque saben que llegó el momento
de introducir transformaciones radicales en la sociedad, propósito que
seguramente se consolidará.
El gobierno
de Duque tuvo que pasar de la negativa al reconocimiento del Comando Nacional
de Paro, y a insistir en la necesidad de dialogar para negociar. El presidente
atraviesa por el momento más difícil de su mandato, y en su propio partido ha
perdido respaldo. Por su parte, fichas claves como el Comisionado de Paz cada
vez pierden más credibilidad.
Es muy
conveniente que la dirigencia del movimiento se siente a negociar, pero sin
desmotivar la protesta social, pues se sabe que el gobierno muchas veces
dialoga y llega a la firma compromisos que poco se cumplen. Es preciso lograr garantías
para ello, y que se implemente un monitoreo permanente a la ejecución de lo
acordado.
Los
más golpeados por estas movilizaciones son los uribistas que han intentado llevar
la protesta al nivel de una confrontación armada del Estado contra los
manifestantes, al costo que sea; pero se equivocan. Si bien se han producido
más de 40 muertos en esta lucha, muchos heridos, detenciones arbitrarias,
violaciones a los DD HH y al DIH, la comunidad internacional ha logrado
detectar quiénes son los provocadores y cuál el papel que ha jugado el Centro
Democrático en su afán manipulador. En el país crece el apoyo a las
manifestaciones y al paro, a la par con el rechazo a los mensajes provocadores
de Álvaro Uribe Vélez y sus seguidores.
Pero su
derrota no se producirá por la vía violenta, como ellos lo han hecho a lo largo
de estos años, sino por la democrática; aquí radica el temor que los acompaña.
Ahora
bien, es urgente que haya un respiro en el desarrollo de la protesta, para permitir
que las caravanas humanitarias lleguen con alimentos y drogas a la población,
permitir la movilización de los ciudadanos por el territorio, no caer en las
provocaciones de vándalos y de grupos de extrema derecha que buscan boicotear
las acciones de los marchantes, y mantener la disponibilidad en relación con las
actividades que el paro nacional exija.
La
historia reciente nos demuestra -en casos como los de Chile, Francia, Venezuela
y otros países- que las movilizaciones ciudadanas han estado acompañadas del
accionar de vándalos y provocadores. Pero su sentido y objetivos no se ha
dejado desfigurar; en el caso de Chile se logró la convocatoria de una Asamblea
Constituyente para echar atrás la Constitución Política vigente desde el
régimen de Augusto Pinochet. De manera que el vandalismo no es la esencia de la
movilización, y su repudiable accionar no es óbice para continuar en el paro
nacional.
Esta
protesta ciudadana llegará a buen puerto, sobre todo porque no se dejará manipular
y porque se reconocerá el protagonismo que la historia le tiene reservado a los
colombianos como sólidos constituyentes primarios, según el espíritu de nuestra
Constitución Política.
Nota:
Es muy conveniente que la ciudadanía conozca las pretensiones de las llamadas
bodeguitas, conformadas por periodistas, columnistas y algunos medios de
comunicación, financiadas por el gobierno nacional y algunos empresarios y cuyo
objetivo es deslegitimar a los opositores del establecimiento con montajes,
mentiras y tergiversación de sus opiniones o puntos de vista. Es una
experiencia recogida de la propaganda Nazi y que ya opera abiertamente en
nuestro país.
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