SIN RODEOS
La protesta social
sigue viva
Por
Jaime A. Fajardo Landaeta
e-mail: jaimefajardolandaeta@gmail.com
Twitter: @JaimeFajardoLan
Son más que suficientes los argumentos y hechos
históricos que demuestran que los grandes cambios democráticos que ha
experimentado el país estuvieron acompañados por una fuerte movilización y
participación ciudadana, y que nadie ni nada logra detener el empuje arrollador
de la protesta social, que solo cesa cuando se logran los objetivos propuestos.
En este sentido recordemos un hito: el acuerdo para
convocar la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, que consagró la carta
política que nos rige. Sin duda obedeció a las grandes movilizaciones sociales
y al papel protagónico de los estudiantes y jóvenes con el movimiento llamado
“Séptima papeleta”, sumado al angustiante pedido de grandes sectores sociales para
detener baño de sangre que conmocionaba al país, producto de las acciones del
paramilitarismo y el narcotráfico, sumados los asesinatos y desapariciones
masivas de líderes políticos y sociales, los desplazamientos masivos y el exilio
voluntario que asumieron muchos actores de la vida nacional.
Que no haya olvido sobre la gama de hechos fatales que
sacudieron al país, como la toma y retoma del Palacio de Justicia durante la
presidencia de Belisario Betancourt y el asesinato de cuatro candidatos
presidenciales que tenían en común su lucha contra las estructuras políticas y
sociales caducas y la politiquería. Por igual, la desaparición violenta de miles
de integrantes de la Unión Patriótica -UP-, producto del acuerdo de paz firmado
entre el gobierno nacional de la época y las Farc. La misma suerte corrieron los
miembros del Frente Popular, luego del acuerdo de paz con el EPL, y los
crímenes contra grandes luchadores por los DD. HH. como Héctor Abad Gómez, más
las desapariciones forzadas en casi todo el territorio colombiano y las incesantes
tomas guerrilleras que se protagonizaron a finales de los años 80.
Hay que decir que muchas de estos crímenes, contra líderes
de izquierda y demócratas del país, se materializaron con el respaldo de
algunos ganaderos, Terratenientes, de empresarios y de políticos que querían instaurar
un régimen de terror e impedir que los procesos de paz en marcha, y la opción
por alternativas distintas al establecimiento, se impusieran en el país. La
complicidad de sectores militares y de la inteligencia del Estado con actores
ilegales de extrema derecha era de público conocimiento.
Aún así, la movilización ciudadana estimuladas por las
negociaciones que concretó el gobierno de Virgilio Barco y continuó César
Gaviria, referidas a los acuerdos de paz firmados por cuatro organizaciones guerrilleras,
M-19, EPL, Quintín Lame y el PRT y el papel de estudiantes y jóvenes con la Séptima
Papeleta, permitió que se impusiera la salida democrática que el país requería
y que logró un enorme respaldo de la ciudadanía en las urnas, a la hora de
elegir a los constituyentes.
La sentencia 927 de 1990 de la Corte Suprema de Justicia
que refrendó los acuerdos para la convocatoria de la Constituyente y que además
señaló que no se trataba de una reforma sino de adoptar una nueva Constitución,
es muy clara cuando analiza todos los factores que pesaban negativamente sobre
la nación al momento de darle el visto bueno a esa histórica decisión.
Que entiendan quienes desconocen todo este proceso o pretenden
tergiversarlo, que la Constituyente quedó imbuida de los poderes necesarios
para el logro de los fines establecidos, y también para incidir de fondo en la
superación de los factores desestabilizadores del momento.
Hago este somero recuento para señalar que se
equivocan los que creen que las razones del paro nacional y las multitudinarias
marchas de los últimos meses ya perdieron vigencia. Esa es una actitud ingenua.
Aunque las propuestas, pliegos y objetivos presentadas hayan sido desatendidas
por el gobierno nacional, el Comité Nacional del Paro llevó las más importantes
al Congreso Nacional, de manera que se mantienen vigentes y exigen soluciones a
mediano plazo. Si dichas reclamaciones no son atendidas, volveremos a las
grandes concentraciones y movilizaciones ciudadanas con tal tono de
insistencia, que tendrá que surgir un nuevo escenario que recoja y tramite los
propósitos que animan dicha protesta social. Así que este panorama cambiará con
o sin el Gobierno nacional, y necesariamente se verá reflejado en el debate
electoral del 2022.
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