4 de julio de 2020

IMAGEN EN DECLIVE


SIN RODEOS

Imagen en declive

Por Jaime A. Fajardo Landaeta

twitter: @JaimeFajardoLan

Entradilla:

El mandatario cree que su plan de gobierno se reduce a atender la pandemia y a aparecer en televisión todas las tardes.

El presidente Iván Duque alcanzó una imagen positiva gracias al manejo que inicialmente dio a la crisis producida por la pandemia del coronavirus, pero la perdió en recientes encuestas de medios de comunicación. En cambio, la opinión pública favorece la labor de alcaldes y gobernadores, sobresalientes los casos de Daniel Quintero en Medellín, Aníbal Gaviria en Antioquia y Claudia López en Bogotá, porque sabe del esfuerzo que hacen para enfrentar este descomunal problema con muy exiguos recursos.

Tal vez la causa del bajonazo en la popularidad presidencial esté en los ya frecuentes escándalos que surgen en el entorno de gobierno y de las instituciones que lo rodean, como en el caso de la ñeñepolítica, el narcotráfico en algunos de sus principales aliados, la corrupción en varias entidades del Estado y la poca preocupación del presidente Duque por hacer claridad en tales asuntos.

También suma el caso de muchas ayudas para los entes territoriales que llegaron a colaboradores del gobierno nacional en las regiones, o que han fallado en los controles debidos. En el sector salud, aunque notorios los esfuerzos de prevención y control de la pandemia, sus trabajadores no perciben que haya solución a los problemas que afrontan, incluidos los salariales. Además, es hora de dar salida a este modelo de salud y retomar el sistema público para eliminar la intermediación existente, que se queda con importante tajada de los recursos.

De otro lado, los líderes sociales caen asesinados o son amenazados por grupos ilegales, debido al resurgir del paramilitarismo, con la complacencia y apoyo de terratenientes y ganaderos que se oponen a la restitución de tierras, y de grupos de narcotraficantes contrarios a la erradicación de los cultivos de uso ilícito. Pero es poco lo que el Gobierno hace para frenar ese baño de sangre.

Igual sucede con el asesinato de desmovilizados que estuvieron decididamente comprometidos con los acuerdos de paz, pero los persiguen y aniquilan las disidencias y sectores adversos a este proceso. Ya han sacrificado la vida de más de 200 excombatientes, mientras la implementación marcha a paso de tortuga. Solo uno de los representantes del gobierno, el consejero para la estabilización Emilio Archila, parece responder por el desarrollo de todos los componentes del proceso, mientras el alto comisionado de paz, Miguel Ceballos, hace todo lo contrario de su par en el gobierno.

Otro factor de este declive de imagen lo aportan los escándalos en las FF. MM. Crecen las acusaciones de delitos sexuales contra menores por parte de la tropa, de violación de DD. HH., de corrupción a su interior y de falta de coherencia en una doctrina militar que parece que perdió sentido, en parte debido al legado de la seguridad democrática que sobrevaloró los triunfos sobre la guerrilla y otros actores armados y aplicó una política de todo vale, causa de los llamados falsos positivos que se teme que persisten como práctica en alguna esfera militar.

Además, el gobierno es presionado por sectores del empresariado para que aplique medidas de tipo laboral que descarguen todo el peso de la recuperación de la crisis en los trabajadores. Aquí cuentan: la propuesta de trabajo por horas que significa pérdida de reivindicaciones laborales, la disminución de salarios, la supresión de primas laborales, el desempleo desbocado y el incremento del empleo informal que elevan los índices de pobreza y miseria, mientras la concentración de la riqueza sigue su ascenso imparable. Las pequeñas y medianas empresas deberían contar con el apoyo del gobierno, lejos de la voracidad del sistema financiero. Ya se han perdido más de 20.000 pymes y peligra la industria de bares, restaurantes y similares.

Pero el mandatario cree que su plan de gobierno se reduce a atender la pandemia y a aparecer en televisión todas las tardes, olvidando que se requiere un accionar más integral, que abarque a todos los actores de la sociedad. Ojalá por el bien de Colombia recapacite ante la gravedad de la situación.

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