SIN RODEOS
Preguntas
soslayadas
Por Jaime A. Fajardo Landaeta
e-mail: fajardolan@une.net.co
Twitter: @JaimeFajardoLan
Entradilla:
Asalto y retoma al Palacio de Justicia: cuántas preguntas sin
respuesta.
Vuelven
a la agenda noticiosa las conmemoraciones del holocausto del Palacio de Justicia
y sus nefastas consecuencias, con la persistente oscuridad en muchos tópicos. A
ella se suma la pérdida de información por negligencia en las investigaciones, que
pareciera intentar favorecer a algunos de sus protagonistas. Entonces se me
ocurre preguntar: ¿por qué no se precisa un antes y un después de los hechos
del Palacio de Justicia? ¿Ellos encarnan la culminación espontánea y malvada de
un proceso de paz, o hacen parte de un asunto desconocido para la mayoría de
los colombianos? ¿Qué pasó después de la retoma? ¿quién ganó y quién perdió con
la absurda aventura del M-19, y con la descomunal reacción de las Fuerzas Armadas?
¿Qué sucedió desde ese momento hasta los años 90, cuando se perfila el acuerdo
de paz que dio origen a la Asamblea Nacional Constituyente y con ella a nuestra
nueva Constitución?
Es
necesario establecer el antes y el después de un holocausto que, pasados 33
años, sigue a la espera de un análisis profundo por parte de sus investigadores,
y connota un ocultamiento de carácter doloso.
Cuando
Belisario Betancur inició su mandato propuso un gran diálogo nacional por la
paz, y ofreció indulto y amnistía para las organizaciones guerrilleras que lo
aceptaran. Para concretarlo no exigió desmovilizaciones ni desarmes; suponía
que al pactar un cese al fuego se definirían los otros aspectos de la
negociación. Entonces permitió que las organizaciones guerrilleras que firmaron
el cese al fuego —Farc, EPL, M-19 y grupos pequeños como el ADO, sin el ELN que
estaba en desacuerdo— nombraran voceros y participaran en las comisiones de
negociación. Además, les dio acceso a los medios de comunicación para hacer
proselitismo e impulsar campañas alrededor de las propuestas que tenían para diseñar
un nuevo país.
Pero
al igual que sucede hoy con el proceso de paz con las Farc, algunos sectores de
empresarios y militares inconformes con dichos diálogos se propusieron
torpedearlos. En zonas de operación de las guerrillas se incrementó el acoso
militar sobre sus campamentos, y en medio de esta ofensiva fue detenido,
torturado y asesinado el líder estudiantil Fernando Lalinde. La “Operación
Cirirí” que desató su madre permitió esclarecer el caso.
Los
sectores sociales mencionados unieron sus fuerzas al narcotráfico y
desarrollaron una arremetida feroz contra el recién conformado partido Unión
Patriótica, contra el Frente Popular, organizaciones sociales y defensores de derechos
humanos.
El
grave error del M-19 no solo estuvo en la acción militar contra el Palacio de Justicia,
que detonó la barbarie conocida, sino en que generó los argumentos que permitieron
aislar al presidente Betancourt de la toma de decisiones militares. La recuperación
de la edificación por parte de las tropas, sin autorización presidencial,
desató unas de las masacres más grandes de la historia colombiana. En pocos
años cayeron asesinados cuatro candidatos presidenciales, más de 5.000
militantes de la UP y defensores de derechos humanos tan lamentados como Héctor
Abad Gómez y Felipe Vélez, presidente de Adida, al igual que cientos de
maestros y dirigentes que pudieran tener relación con la izquierda política
Todo comenzó con el asesinato del vocero del EPL Oscar William Calvo y sus
acompañantes, ocho días después del holocausto que nos ocupa. Esta cadena de
tragedias llevó al gobierno de turno y a las Fuerzas Armadas a dar por
cancelado ese frágil proceso de paz.
El
después de esta tragedia aún no culmina. Es un período histórico con dominio de
grandes responsables, muchos de los cuales hoy tratan de desmontar los alcances
del proceso de paz con las Farc. Lo hacen en particular intentando impedir la
consolidación de la JEP, no tanto por las supuestas concesiones a la guerrilla
que habría hecho Juan Manuel Santos, sino para mantener ocultas sus criminales
actuaciones durante el conflicto armado, impedir la aplicación de justicia, la reparación
y el compromiso de no repetición. Son los llamados terceros, los nuevos “enemigos
agazapados” de la paz.
NOTA:
Es hora de que el presidente Duque comience a gobernar en serio, seguir con
tanto alboroto populista no le va a durar mucho, a esto se suma su
arrodillamiento a los gremios económicos y a su mentor. El tiempo pasa y los
colombianos nos empezamos a alterar.
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