SIN
RODEOS
Por Jaime A. Fajardo Landaeta
e-mail:
fajardolan@une.net.co
Twitter:
@JaimeFajardoLan
En
declaraciones en el noticiero RCN Radio el presidente Juan Manuel
Santos dijo, entre otras cosas, que en el sur del Chocó al igual que
en muchas otras regiones, el Estado apenas empieza a llegar, que
estaba ausente. Pero gracias al proceso de paz “nos estamos
fortaleciendo en zonas donde antes no estábamos”.
Me
parecen de gran trascendencia este y otros muchos planteamientos,
pues hacía falta que el primer mandatario los hiciera con la
claridad que utilizó en ese espacio. Es que algunos sectores
políticos, empresariales y líderes regionales creen que porque
gobiernan desde sus citadinos despachos, dirigen y controlan todo lo
que pasa en sus territorios, o consideran que el solo hecho de que la
constitución y la ley lo digan, con eso basta. Pero en vastas zonas
rurales sus habitantes solo conocen el accionar de las Farc o de
otros grupos ilegales, y echan de menos la presencia del Estado, sea
este nacional, departamental o municipal.
Este
aspecto es tal vez el que más credibilidad confiere al actual
proceso de paz. Resultan evidentes sus beneficios institucionales a
nivel territorial; más de 50 años de guerra habían impedido
concretarlos.
En
muchas de las zonas veredales que hoy concentran a los miembros de
las Farc, las comunidades han vivido a merced de los grupos ilegales
por años; en lo fundamental, han dependido de sus rentas ilegales:
cultivos ilícitos y narcotráfico, entre otros. Panorama que empieza
a cambiar como valor agregado de dicho proceso. Pero la estrategia de
ocupación institucional no solo debe ser de carácter militar: que
también llegue con oferta y atención comunitaria integrales.
Como
lo afirmé en comentario anterior, la presencia y gestión de la
fuerza pública en el corregimiento El Cedral, del municipio de
Ituango en Antioquia, es un modelo a seguir. Lástima que ésta no se
haya valorado en su cabal dimensión, aunque los medios de
comunicación dieron cuenta de la inmensa satisfacción y alegría de
una población que debió convivir con la guerrilla.
Es
claro, entonces, que en vez de estar proclamando una autoridad que no
ha existido, se deben diseñar estrategias, planes y programas para
esas zonas huérfanas de Estado en alguno de sus niveles
territoriales. No basta con pregonar que lo consagra la Constitución,
o que el mandatario local, el regional o el nacional fueron elegidos
para gobernar sus respectivos territorios, sin que nadie lo pueda
impedir; para las poblaciones víctimas seculares del conflicto
armado se requiere de un proceso de recuperación o de consolidación
que les permita alcanzar esa esquiva estabilidad institucional.
En
paralelo, debe producirse una fuerte inversión social en materia de
educación, infraestructura, sanidad básica, salud, y en todos
aquellos frentes donde el ciudadano de a pie pueda percibir los
beneficios del proceso de paz y que a la vez impida que otros actores
armados copen los espacios que han dejado las Farc.
NOTA:
El asesinato de agentes de policía a manos de integrantes del Clan
del Golfo exige todo nuestro repudio y nuestra solidaridad con la
institución. Al igual que hemos rechazado y denunciado los
homicidios de líderes y dirigentes sociales, queremos sentar nuestro
enérgico rechazo a estos crímenes, mientras exigimos su cese
inmediato.
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