SIN RODEOS
No más
vueltas
Por Jaime A. Fajardo Landaeta
Twitter: @JaimeFajardoLan
El
Gobierno Nacional y las Farc lograron un nuevo acuerdo extremando sus
posibilidades. La guerrilla llegó al límite de sus capacidades de negociación,
así que pretender que vaya más allá es ser intolerante con un proceso cumplido según
los parámetros de nuestra Constitución.
Es
evidente que se cedió bastante y que se recogieron casi todas las iniciativas
de los voceros del “no”. Creo que ya hay suficiente ilustración acerca de las
riquezas del nuevo pacto, y por eso me detendré en la enumeración de algunos
peligros originados en la dilación de su implementación.
Para
empezar, ya se comprobó la fragilidad del cese de hostilidades, con el lamentable
hecho que produjo la muerte de dos guerrilleros. Destaco la suerte de que no se
hayan presentado incidentes igualmente graves. Puede haberlos en los lugares de
preconcentración, aunque estén muy delimitados los protocolos del caso. Además,
otros actores armados transitan por esos territorios, y no es descartable que
propicien provocaciones.
Si
en otros procesos ha habido situaciones críticas, aun cuando los escenarios han
sido escogidos por las partes y asegurados, qué decir del carácter provisional
de estos: una fuerza armada en tales condiciones es presa de la angustia, la incertidumbre
y hasta la tentación de generar disidencias.
Además,
la guerrilla debe tener certeza de la implementación de los acuerdos que
garanticen su tránsito a la vida civil y en particular que la ley de indulto y
amnistía será aprobada con rapidez, para superar los obstáculos judiciales que
limitan su accionar como grupo en etapa de desarme y desmovilización. A ello se
suma que existe la fortaleza y el compromiso de la comunidad internacional que
no puede dejar de capitalizarse en estos momentos. Gobiernos y entidades están
a la espera de la evolución de los acuerdos para concretar los apoyos ofrecidos.
Pero
también existe el peligro de que algunos sectores opositores quieran llevar la
implementación de los acuerdos hasta el comienzo de campaña electoral de 2017, para
convertir en bandera electoral sus reparos al proceso y a las mismas Farc. De
otro lado, se pueden retrasar los planes de ocupación institucional de los
territorios que ocupaban las Farc; la tardanza en la ejecución de los programas
de consolidación hace propicio que otros actores armados capitalicen este
vacío.
Por
estas y otras razones es urgente poner fin a los debates y acelerar los pasos
siguientes, entre ellos la búsqueda de respaldo de la sociedad al nuevo acuerdo
de paz. Los voceros del “no” que representan a pequeños sectores de víctimas
deben entender que están bloqueando la posibilidad de concretar la reparación
integral, la aplicación de justicia y las garantías de no repetición.
El
gobierno debe focalizar más la atención en la mayoría de víctimas que están empeñadas
en el logro de la paz, mientras que las Farc deben incrementar los actos de
reconocimiento de hechos y perspectivas de reparación colectiva, como lo
hicieron en La Chinita, barrio de Apartadó, y en Bojayá - Chocó.
A
su vez el presidente Santos debe tomar las decisiones conducentes a la
implementación inmediata del acuerdo, con la convicción de que los resultados
del plebiscito se subsanaron, que existe un acuerdo más satisfactorio, y que el
país no se puede “empantanar” en un eterno debate.
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