SIN RODEOS
¿Perseguidos?
Por Jaime A.
Fajardo Landaeta
Twitter:@JaimeFajardoLan
Abusaron del poder cuando lo tuvieron,
impusieron una política de terror y exterminio con el pretexto de luchar contra
la subversión y sus aliados, participaron activa o indirectamente en la muerte
de defensores de DD. HH. y de miembros de la oposición en nombre de la
seguridad, incluidos los falsos positivos. Además, patrocinaron masacres y otros
excesos contra la población civil, dejando a diestra y siniestra víctimas
ajenas a los grupos ilegales. Pero hoy, cuando la Justicia los toca, se
declaran víctimas del terrorismo y de las negociaciones de La Habana, y llaman
a sublevarse contra el orden establecido.
Más les convendría prepararse
para ayudar a esclarecer la verdad histórica en relación con el conflicto armado
y con la obsesión por perpetuarse en el poder a toda costa, antes que esconderse
en convocatorias a la calle y en equívocos señalamientos.
Ahora bien, la justicia transicional
es una oportunidad que les conviene, antes de que sus propios amigos de
tropelías los traicionen y los conduzcan ante los tribunales. Pero prefieren
asumir el papel de perseguidos políticos, para machacar el discurso de que el
país va hacia el castrochavismo, que las Farc han conseguido en las
negociaciones lo que no pudieron por las armas. Urden así un tejido de falacias
para tapar sus responsabilidades. Incluso impiden que se conozca qué pasó con
algunos amigos de andanzas que aparecieron asesinados, como quien manda a callar
a testigos incómodos.
No quieren que trascienda tampoco
la manera como celebraban en los principales clubes de Medellín la salida de
las Farc de determinados territorios, porque habían logrado acabar con su brazo
político, la UP, con defensores de DD. HH. y otras expresiones democráticas. Dieron
vida legal a las llamadas “convivir” para entregarlas luego a los paramilitares
y propiciar las más variadas manifestaciones de barbarie, mientras les garantizaban
solidez a sus negocios.
Ahora pretenden convencernos de
que existe una persecución sistemática contra su grupo y familiares por el
hecho de ejercitar la oposición política, pero olvidan que cuando estaban en el
poder todo dirigente que pudiera representar un obstáculo era objeto de continua
persecución. Que los colombianos no olvidemos las chuzadas telefónicas ilegales
que hacía el DAS, los acuerdos con los paramilitares para desprestigiar la Corte
Suprema de Justicia, la muerte de activistas de los derechos humanos, las maniobras
para involucrar a dirigentes opositores en supuestas violaciones a la ley y de
acciones de apoyo al terrorismo.
En el fondo tienen miedo de que
sean llamados a rendir cuentas por sus actos. Se oponen a la paz porque son los
principales responsables de la guerra; cualquier equívoco o gesto de arrogancia
de las Farc se utiliza para amplificar la retahíla contra la negociación. Ojalá
que no puedan cristalizar sus pretensiones, como ocurrió con los hechos del
Palacio de Justicia que llevaron a la ruptura del proceso de paz en la época de
Belisario Betancur.
Santiago Uribe no está detenido
por ser hermano de Álvaro Uribe sino porque la justicia nuestra, siempre lenta,
dispone de suficientes pruebas para pedir que sea llevado a juicio por sus
acciones pasadas. Si quienes lo respaldan a troche y moche van a salir a la
calle, que lo hagan, pero que en lugar de pedir la renuncia del presidente, que
en sus pancartas pueda leerse la verdad que eluden y la urgente petición de
perdón a sus víctimas.
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