1 de octubre de 2014

MAS ANÁLISIS Y MENOS ESCÁNDALO




SIN RODEOS

Más análisis y menos escándalo

 

Por Jaime A. Fajardo Landaeta

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En la columna de opinión “Medellín 2014” del catedrático y politólogo Jorge Giraldo Ramírez, publicada el pasado 28 de septiembre en El Colombiano, se lee: “Los pequeños escándalos que algunas personas, locales o extranjeras, tratan de armar, amplificados por la prensa, no pasan de ser eso: notas para sorprender a incautos. Ninguna ciudad americana medianamente importante carece de problemas de pandillas, tráfico de drogas ilícitas y prostitución.”

Es cierto. Algunos registros noticiosos y una que otra columna de opinión, sin suficiente rigor ni conocimiento, contienen a veces información no comprobada, acusaciones a instituciones, funcionarios, políticos y gremios, al tiempo que irrespetan principios fundamentales y arrasan con la integridad moral de sus protagonistas. Pero aun así, se debe respetar todos los puntos de vista y exigir más claridad en los análisis sobre criminalidad en Medellín.

Aunque no comparto en su totalidad la visión norteamericana de seguridad, reconozco que su énfasis en los éxitos de las autoridades, en la labor de la policía y no en el victimario, arroja mayores garantías en la lucha contra la criminalidad y su reconocimiento de parte de la sociedad. Las estadísticas así lo demuestran.

Una emisora de radio proclamaba hace poco: “El cartel de Sinaloa de México está en Medellín, e incluso patrulla sus calles”. Esto último mueve a risa por física carencia de argumentos: arista de escándalo que soslaya el debido análisis. Coincido con el general José Ángel Mendoza Guzmán, director de la Policía Metropolitana, quien nos recuerda que de tiempo atrás delincuencia y sus socios, los carteles, han hecho acuerdos, aún de nivel internacional: nada nuevo bajo el sol.

Los estudiosos de estos temas deberíamos profundizar en las causas y factores que inducen la presencia de problemas estructurales de seguridad en las comunas. Hay que verlos como un legado del Cartel de Medellín, agravados por la negligente actuación de algunas autoridades: hubo casos de connivencia entre estos actores; a ellos adhirieron algunos políticos, empresarios y hasta líderes sociales, a lo largo de varias décadas. Afortunadamente las cosas están cambiando, para bien de la ciudad y como resultado de unas autoridades más comprometidas y eficaces. A pesar del esfuerzo de las autoridades, las expresiones de violencia son repetitivas y erradicarlas implica conjugar colaboración ciudadana con esfuerzo institucional.

Que las autoridades sigan golpeando las estructuras delincuenciales, que incrementen las inversiones en materia de seguridad, que ataquen el componente económico y empresarial del crimen, sus rentas legales e ilegales, y que identifiquen esa “mano invisible” que las maneja. Aquí vale destacar el esfuerzo de las autoridades para enfrentar la inseguridad en el centro de Medellín y los resultados logrados, pese a las enormes dimensiones del problema.


Debemos entender que el posconflicto será una enorme alternativa para insertar estos fenómenos de violencia en una propuesta nacional. Así que es urgente empezar a perfilar un plan de trabajo que defina el trascendental papel que le tiene que corresponder a la región, llegado el momento.

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