SIN RODEOS
Falencias al descubierto
Por Jaime A. Fajardo Landaeta
e-mail:
jaimefajardolandaeta@gmail.com
twitter: @JaimeFajardoLan
Entradilla:
La pandemia desnudó nuestras carencias de toda laya: de salud,
educación, productividad, y hasta de liderazgo político y religioso.
El
coronavirus y las medidas adoptadas para combatirlo han puesto en evidencia unas
realidades que, aunque conocidas, resultan soslayadas con habilidad por los
gobiernos y los grandes medios de comunicación. Registro las más notorias:
El
enorme crecimiento del empleo informal, que rebasa todas las estadísticas oficiales,
visibiliza los niveles de pobreza y miseria que afectan a millones de colombianos,
mientras crece la concentración de la riqueza. Este es un país de una desigualdad
ignominiosa, donde con un ingreso magro subsisten miles de colombianos.
La
crisis endémica de nuestro sistema de salud se ha paliado ahora, apresuradamente,
con alguna dotación para hospitales y clínicas, pero salen a flote las
condiciones indignas en que desempeñan su labor los profesionales del sector:
médicos, enfermeras, personal administrativo y otros. En muchas instituciones
les adeudan meses de salarios y no ejercen en las mejores condiciones de salubridad.
Hay deudas de vieja data con ellos.
De
otro lado, los subsidios que asigna el Estado a las familias más pobres han
sido manipulados históricamente por las administraciones regionales; existen
grandes vacíos en su focalización, que permiten el desvío y la proliferación de
prácticas corruptas.
A
pesar de la gran reserva de alimentos y la enorme producción agrícola del país,
los especuladores y acaparadores manejan a su amaño los precios de los
alimentos. Entre tanto, a los campesinos obtienen una escasa retribución que no
se compadece con las difíciles condiciones de producción, sin estímulos, sin
adecuada infraestructura vial, y convertidos en débil eslabón de una cadena en
la que poderosos comerciantes se quedan con la mayor ventaja.
La
otra precariedad aparece en las instituciones educativas públicas, encargadas
de la formación de buena parte de nuestra niñez y juventud, y que no están bien
adecuadas para cumplir sus objetivos. Así que muchos estudiantes no disponen
todavía de facilidades de acceso a las tecnologías o estas son deficientes, lo
que genera dificultades al alumno para continuar con los estudios desde su casa.
Ahora
bien, el Estado, en todos sus niveles, no está preparado para que en estos
momentos de crisis pueda adecuar sus instituciones y personal para prestar
atención médica satisfactoria en la residencia de cada afectado. Es decir,
estamos ante unas instituciones burocratizadas y lentas, con dificultades para prestar
una atención oportuna.
En
otro orden de ideas, el sentido vocacional de muchas iglesias y religiones se ha
reducido a evitar las aglomeraciones de personas en sus actos litúrgicos, pero su
compromiso espiritual con los más necesitados se queda en los altares, pues no
se traduce en atención a ellos, en esta hora de dificultades.
Por
último, no han faltado quienes, desde el poder o en ejercicio de algún nivel de
liderazgo, pretenden aprovechar el momento para recuperar la credibilidad
perdida o tapar la mala administración de la cosa pública. Pero es indudable
que en la medida en que se supere la crisis sanitaria, se valorará la gestión
de los auténticos líderes que estuvieron en primera fila en la atención
oportuna de las necesidades de sus gobernados. Mi reconocimiento a muchos
alcaldes y gobernadores que estuvieron a la altura de tamaña responsabilidad, en
particular a los alcaldes de Bogotá y Medellín, Claudia López y de Daniel
Quintero.
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