SIN RODEOS
Influjo
que persiste
Por
Jaime Fajardo Landaeta
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Considerar
que las cosas no han cambiado en Medellín y el Valle de Aburrá, 20 años después
de la muerte de Pablo Escobar, es tan absurdo como proclamar que la disminución
de los homicidios significa la quiebra total del ciclo de conflicto y violencia,
y que alcanzamos un estado de no retorno a él.
Esta
capital es ahora muy distinta de la que nos dejó el cartel de Medellín y sus
expresiones: goza de un panorama tan diferente que suscita el reconocimiento
internacional, cuando no hace mucho era considerada una ciudad paria, y sus
habitantesobjeto de escarnio.
¿Qué
tanto inciden hoy esos factores de perturbación en la vida de la ciudad? La
respuesta debe surgir de un análisis objetivo de las huellasque dejaron y de la
mutación de los mandos y estructuras de sus organizaciones, impulsada por la
acción de las autoridades o por “purgas” internas. También se debe tener en cuenta
un capítulo oscuro: lo que sucedió con la alianza de parte de la
institucionalidad y la fuerza pública con un sector de la delincuencia,después
de dar de baja a Escobar. Los llamados Pepes colaboraron, pero luego cobraron
por ventanilla.
De
allí se desprendió un evidente control territorial por parte de “la Oficina” y
de otras bandas aliadas, que persiste y ha generado ciertos comportamientos
sociales, la cultura de la ilegalidad, la conformación de una cadena de rentas
ilícitas que en un comienzo se entrelazó con dineros legales, la ampliación del
mercado del microtráfico y la penetración de la institucionalidad, incluida la
fuerza pública.
Lasolidezasí
lograda le facilitó absorber parte de las milicias y grupos de apoyo de la
guerrilla, usando como punta de lanza a las llamadas Convivir, para luego dar
el salto a la conformación de bloques paramilitares, más tarde desmovilizados.
Pero buena parte del proceso de reinserción del gobierno Uribe fracasó, cuando los
jefes paras fueron extraditados a los EE. UU., y Medellín sufrió las consecuencias,
con rigor inusitado.
Para
desmontar las causas y consecuencias de ese control territorial se
requiere capturar a sus mandos medios, y
fortalecer la fuerza pública y sus componentes logísticos, de infraestructura y
de inteligencia, como parte de una estrategia integral de seguridad y
convivencia para la ciudad.
Montar
solidos procesos de participación ciudadana, generar la suficiente confianza en
la institucionalidad y mejorar los canales de comunicación con la gente y sus
organizaciones, son elementos claves para estimular el apoyo ciudadano a las autoridades.
El
proceso de paz y los diálogos de la Habana, la Ley de Víctimas, la sustracción
de jóvenes a la guerra y la atención adecuada a todos estos factores de
violencia brindan una oportunidad para que la ciudad y el área metropolitana
logren atenuar esa presencia y ese persistente control territorial. Pero, sin
duda, los esfuerzos institucionales de los últimos años deben ser plenamente
reconocidos y aplaudidos.
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