SIN RODEOS
Impactos
previsibles
Por Jaime A. Fajardo Landaeta
El
comandante de una fracción de las Farc que realizaba un retén en la zona de
Urabá, les advirtió a los pasajeros de algunos buses que su grupo no pensaba desmovilizarse
y que quienes estaban negociando en La Habana eran los “socialbacanes del paseo”.
Concepto similar emitieron miembros del frente 36 que opera en el norte y
nordeste de Antioquia.
De
otro lado, persiste el rumor de que algunos integrantes de esa guerrilla avanzan
en acercamientos con la banda de los Urabeños, en busca de alianzas para afrontar
la etapa posterior a la negociación. También ha trascendido que miembros del
PC3 y de las Farc se están asentando en algunos sectores de Medellín y ya
generan zozobra en los frentes de trabajo de obras de notable impacto social. Ha
habido capturas de algunos cabecillas de la guerrilla, y lo cierto es que esta
organización pelecha poco en las áreas urbanas, sin desconocer que las utilizan
para otras actividades logísticas: mover armas y droga, atender a combatientes
heridos y facilitar el descanso de sus integrantes.
Quienes
nos adentramos en estos temas del conflicto y la negociación política no nos sorprendemos
con estas manifestaciones. Según parámetros internacionales, entre el 8 y el
15% de una organización alzada en armas
no se desmoviliza o vuelve a la guerra, y eso tiene implicaciones sobre la
violencia que perdura después de firmado algún pacto de paz.
Será
gigantesco el impacto que tendrá una posible desmovilización de las Farc en la
disminución del conflicto armado, pero habrá nuevas expresiones de violencia desatadas
por los combatientes remisos. Ahí está la experiencia centroamericana luego de
la firma de acuerdos de paz, y el esfuerzo de su institucionalidad para
combatir la criminalidad. La misma que ahora se nutre del narcotráfico para poner
en jaque a los gobiernos de turno.
En
síntesis, es necesario incluir a dicha población en los planes que se diseñen para
la etapa del posconflicto, a la cual infortunadamente no se le está prestando
la atención debida. Recordemos lo sucedido con la desmovilización de las AUC y
la terquedad del gobierno Uribe, y sus consecuencias sobre el fortalecimiento
de los combos y bandas en la ciudad de Medellín y el Área Metropolitana.
Para
no repetir esa historia, el Gobierno nacional debe formular unos planes de
contingencia que servirán, aún si fracasan las negociaciones, para avanzar en la
consolidación institucional. De llegar a buen puerto, seguramente evitarán que
los impactos negativos de la desmovilización afecten dicha institucionalidad, y
que se fortalezca el crimen organizado.
Frente
a los pactos y acuerdos entre delincuentes en Medellín, es urgente aceitar los mecanismos de sometimiento a la justicia que
permitan que, mientras se consolida la negociación en la Habana, se generen alternativas
para quienes -sin ser actores políticos- puedan disponer de una oferta
institucional que lleve al desmonte de las estructuras del crimen organizado al
servicio del narcotráfico.
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