24 de mayo de 2013

TRUMÁTICO CAMBIO DE MODELO



SIN RODEOS

Traumático cambio de modelo

 

Por Jaime A. Fajardo Landaeta

e-mail: fajardolan@une.net.co

Las grandes industrias que dieron lustre a Medellín y al Área Metropolitana en el concierto de la economía nacional son cosa del pasado. De todos los rincones de este territorio se movilizaba una masa gigante de obreros para consolidarlas. A su sombra brilló un sindicalismo vigoroso que supuestamente garantizaba estabilidad laboral y gestión de ambiciosos pliegos de peticiones; el salario resultaba casi suficiente.

Hacía la década del setenta y parte del ochenta abundaban las fuentes de un empleo tan estable que los obreros podían soñar hasta con legarlo a uno de los suyos. Así que se debe reconocer la favorabilidad de las condiciones laborales que ofrecía ese modelo industrial, el mismo que auspiciaba procesos de organización y lucha reflejados también en muy significativas conquistas sociales.

Pero este portentoso andamiaje se vino a pique sin que el socorrido “empuje paisa” pudiera evitarlo, como sí lo hizo la economía mundial al adaptarse a los cambios tecnológicos y de mercado. La industria antioqueña se quedó rezagada, entonces se volvieron rutinarios los despidos masivos y las jubilaciones magras; surgieron las pequeñas y medianas empresas, el comercio con un auge sorprendente, el sector financiero voraz y sin escrúpulos, el salario mínimo como la principal forma de medir el ingreso popular, el empleo temporal y la subcontratación, al igual que otras manifestaciones de un nuevo modelo expoliador que acabó con muchas ilusiones proletarias y obligó a que donde trabajaba una persona ahora se exigía que fueran tres, en las peores condiciones.

La respuesta de los gobiernos de turno y de los empresarios era regular por lo bajo las aspiraciones de los trabajadores y el empleo informal, mientras se desconocía esta realidad con el señuelo del desarrollo local y regional. Las desafiantes obras de infraestructura, tan necesarias para el desarrollo local, sumadas al asistencialismo han servido para esconder los degradantes niveles de pobreza y miseria que creó esa transformación económica, y el nuevo modelo rapaz que necesariamente contribuyó al surgimiento de mayores expresiones de violencia.

Mientras tanto se empoderó el narcotráfico y se impusieron los dineros calientes para copar los territorios  y la mentalidad de las personas, al convertirse en eficaz fuente de empleo, principalmente para los jóvenes, lo que reafirma mi tesis que lo no logrado por la institucionalidad y el modelo económico sí lo hizo el narcotráfico. Persisten las estructuras del crimen organizado, a pesar de los certeros golpes asestados por las autoridades.

Durante varios años, principalmente de la década pasada, buena parte de la institucionalidad estuvo arrodillada; muchas empresas tuvieron su origen en recursos ilícitos, grandes fuentes de dineros fueron lavados a la vista del sector financiero, la política fue permeada por la mafia y el tejido social se construyó para servir a los intereses criminales. Desmontar este entramado no es solo cuestión de buena voluntad: se trata de otro problema estructural que exige políticas integrales y de intervención, que dejen de ver solo en los carteles de la droga la responsabilidad que colectivamente se ha eludido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario