SIN RODEOS
No bajar la guardia
Por Jaime A. Fajardo Landaeta
e-mail: fajardolan@une.net.co
Nadie
niega que los últimos incidentes de orden público sucedidos en Medellín y en su
Área Metropolitana generan honda preocupación; es preciso dimensionar su
impacto sobre la comunidad al igual que las tensiones que se derivan de la
zozobra y la incertidumbre, pretensión última de los actores ilegales del
conflicto.
No
se puede ignorar que la confrontación entre combos de la comuna 8, los hechos registrados
en San Antonio de Prado y el paro de algunos transportadores en protesta por el
asesinato de un compañero, definen un panorama que se distancia del ideal de convivencia
y seguridad que la sociedad reclama.
Pero
también es evidente que tales hechos impiden apreciar los significativos
procesos en marcha, que demuestran la fortaleza de la ciudadanía cuyo rumbo, al
igual que el de la institucionalidad, resulta trazado por el conflicto urbano,
sin que ello implique que tengamos que bajar la guardia frente al fenómeno.
Es
imposible negar que avanza la consolidación del apoyo ciudadano a sus
autoridades, reflejado en un aumento de las denuncias que lleva a disponer de
un mayor conocimiento sobre la operatividad, mas capturas de jefes y mandos medios, logística y recursos que mueven
los diversos combos y bandas. También suman las acciones de depuración de algunas
“manzanas podridas” en los organismos policiales y la merma de la colaboración
ciudadana con los ilegales.
Están
al alza disímiles procesos que involucran a muchos jóvenes: el movimiento
cultural adquiere facetas inéditas, y se han concretado iniciativas muy
importantes, especialmente en las comunas 13 y 8, esta última con “Yosoycomuna8”,
certamen realizado el pasado 23 de junio y que contó con la solidaridad de los
medios de comunicación y de dirigentes de diversos ámbitos. Además, crece la
gestión de defensa de los derechos humanos y el DIH en todos los territorios y
se fortalece la tendencia a hacer visibles a las víctimas del conflicto, con el
concurso de muchas entidades del Estado, en una coordinación que genera impactos
apreciables.
Claro
que falta mucho por hacer y son muchos los sectores que aún están de espaldas a
la realidad de la ciudad y a los padecimientos que trae la violencia. Aquí también
cuenta la actitud que se asuma frente a los retos inherentes a la superación de
los problemas. Sabemos que a pesar de los esfuerzos, siempre habrá inconformes
y algunos críticos mal intencionados, negados para el compromiso que la
situación exige. Pero es de elemental justicia reconocer los esfuerzos que hacen
la institucionalidad y muchas y muy fuertes organizaciones comunitarias, sumados
a la fuerza pública, medios de comunicación, deportivos, culturales, gremiales,
defensores de derechos humanos y principalmente las víctimas del conflicto.
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