20 de junio de 2012
LOS CICLOS DEL CONFLICTO (1) - GOBIERNO URIBE
A riesgo de caer en desgracia con quienes desde sus púlpitos de poder nos quieren hacer creer que en Colombia no existe conflicto armado alguno, destacamos cómo algunos teóricos y estudiosos de este fenómeno plantean que estamos en una etapa de posconflicto. Argumentan que el arrinconamiento en que se encuentra la guerrilla, los avances de la seguridad democrática y los éxitos obtenidos por el Gobierno con la desmovilización de las autodefensas, son prueba fehaciente, así como la ofensiva de la Fuerza Pública y los certeros golpes que le ha propinado a los grupos ilegales, incluidas las bandas emergentes y el narcotráfico.
Otros sostienen que se superpone un conflicto armado con ciertas tendencias de un posconflicto, y si bien reconocen los avances en materia de seguridad y muchos de los aspectos antes nombrados, se reafirman en que la guerrilla aún no ha sido derrotada, que los paramilitares mantienen su poder en algunas regiones del país y que el nefasto papel del narcotráfico le da ínfulas a los grupos delincuenciales.
Mientras, algunos insisten en su convicción de que está vigente un conflicto armado. Alegan que por ejemplo la guerrilla ha adoptado una posición defensiva ante la arremetida de la Fuerza Pública. Pero los simpatizantes abiertos de la subversión consideran que todo lo que está pasando es temporal, y que como ya ha sucedido, este movimiento se recuperará; entonces el Gobierno de Uribe estará llamado al fracaso conjuntamente con su política de seguridad democrática.
Quiero ensayar con mis acuciosos lectores una opinión distinta pero que a la vez reconoce algo de verdad en muchas de las opiniones anteriores. Opinión que busca distanciarse de posturas dogmáticas, esquemáticas o triunfalistas frente al análisis del conflicto armado en Colombia.
La denomino la tendencia cíclica del conflicto armado en Colombia, donde los picos nos demuestran los momentos de negociación o intensa actividad militar de los bandos o de alguno de ellos. En este escenario se aprecian logros significativos en material militar o política (negociaciones), pero también descensos, seguidos de momentos de cierto equilibrio o de indefinición de los bandos en contienda.
En cada uno de los períodos de auge, es decir en los picos, se pueden dar ciertas posibilidades de acuerdos, pactos o negociaciones, pero en éstos siempre queda algo por resolver que se traslada a la siguiente fase del conflicto y que de una u otra forma arrastra dichos asuntos a la próxima secuencia, lo que conlleva a la agudización, profundización o degradación del conflicto, o a negociaciones imperfectas, o carentes de estrategia a largo plazo, que luego le quitan fuerza a sus logros.
Si analizamos el problema remontándonos a la violencia de los años 50 y al Pacto de Benidorm firmado el 24 de julio de 1956 entre los líderes conservadores y liberales para dar inicio al Frente Nacional, comprobamos que fue allí donde un mayor número de asuntos se quedaron represados, y donde surgen otros que le dieron más fuerza al brote de la lucha armada y a su posterior concreción de las fuerzas guerrilleras que cobraron vigencia en los años sesenta.
Basta solo enumerar los problemas de tierras que permitieron el fortalecimiento de su monopolio en cada vez menos manos -los terratenientes-, el desconocimiento de los gravísimos males ocasionados a las víctimas (más de 300.000 muertos), el destierro y el desplazamiento de muchos campesinos que luego hicieron parte de las guerrillas comunistas, el hecho de ignorar a nuevas fuerzas políticas con la rotación del poder entre conservadores y liberales, la unión entre el capital y terratenientes por la vía de la expoliación, la traición a los viejos jefes guerrilleros liberales, etc.
Próxima columna: una seguidilla de esfuerzos signados por el fracaso.
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