De la reciente entrevista que les hizo el periodista Yamid Amat al exprimer ministro británico Tony Blair y al presidente Juan Manuel Santos, se deduce que la propuesta de la tercera vía como opción para el mundo y para la solución de los conflictos ha sidolargamente madurada por el Primer Mandatario. Como ministro de Defensa siempre tuvo en mente la posibilidad de que al lado de los éxitos de la Seguridad Democrática y en defensa del proyecto del expresidente Uribe, se pudiera dar paso a la idea jalonada por Blair, que mostró su efectividad en el manejo del conflicto de Irlanda y en otros rincones del mundo.
La tercera vía es un concepto que alude a una visión de la economía alternativa, entre el neoliberalismo y un fuerte intervencionismo del Estado.
Muchos de los logros de la política de seguridad democrática corrieron por cuenta del hoy jefe de Estado, pero bajo la convicción de que jamás la vía de la extrema derecha sería la solución definitiva para el problema del conflicto armado de Colombia,nipara concretar las diversas manifestaciones de la gobernabilidad.
El mandatario ha sido y es seguidor de Uribe, a quien considera como uno de los grandes líderes de la nación. Pero se aparta de la visión de algunos funcionarios de la anterior administración que consideran que los aciertos de la política de seguridad democrática permitían acciones de menoscabo de los derechos humanos y del DIH, o favorecer la persecución sistemática contra los contradictores políticos y la incursión en prácticas como las interceptaciones telefónicas, los falsos positivos, la rampante corrupción y las alianzas con el narcotráfico que hoy tienen a muchos políticos y a dichos representantes del gobierno anterior rindiendo cuentas ante la justicia o privados de la libertad por tales hechos. Es claro que Santos no admite el ‘todo vale’tan en boga en ese entonces.
Muchos de los uribistas que hoy se han convertido en contradictores del actual gobierno deberían estar arrepentidos y pidiendo perdón público por sus acciones, o preparando su defensa ante los tribunales por las “fujimoradas” cometidas, en lugar de intentar torpedear las actuales iniciativas gubernamentales. Es el caso del excomisionado de paz, Luis Carlos Restrepo, en mora de explicar su actuación en las falsas desmovilizaciones y de rendir cuentas ante los tribunales. Este sector del uribismo es tan arrogante y desconocedor de la realidad del país que incluso trata de sugerir que las consecuencias de la oleada invernal se deben a que la ‘Prosperidad democrática’ no funciona, en lugar de actuar de manera solidaria con los afectados de este fenómeno y de apoyar las acciones de mitigación emprendidas.
La propuesta del presidente Santos está calando entre la opinión pública, al igual que en el contexto internacional donde el país empieza a recuperar el tiempo perdido para situarse al centro de las grandes decisiones mundiales y de Latinoamérica. Creo que, así las cosas, estamos ante un gobierno que puede hacer posible la paz, luego de concretar una negociación con las guerrillas si éstas aceptan las condiciones que el gobierno ha planteado.
Resulta evidente el cambio de tono del Gobierno nacional aún en el tema de los derechos humanos y sindicales. Tuvieron que pasar varias décadas para volver a ver a un presidente en la asamblea de una central sindical y a un vicepresidente liderando las rectificaciones que deben hacerse en esa materia. Ahora podemos entender mejor la fuerza que tiene el proyecto de ley de víctimas y de tierras, donde el gran opositor es, de nuevo, el sector de ultraderecha del uribismo.
Menos mal que hay fracciones de ese movimiento más sensatas que acogen la propuesta, cansadas de la inútil confrontación. Solo falta apagar el famoso twitter, del gran personaje, para que Colombia marche por la tercera vía que el presidente Santos está proponiendo.
La tercera vía es un concepto que alude a una visión de la economía alternativa, entre el neoliberalismo y un fuerte intervencionismo del Estado.
Muchos de los logros de la política de seguridad democrática corrieron por cuenta del hoy jefe de Estado, pero bajo la convicción de que jamás la vía de la extrema derecha sería la solución definitiva para el problema del conflicto armado de Colombia,nipara concretar las diversas manifestaciones de la gobernabilidad.
El mandatario ha sido y es seguidor de Uribe, a quien considera como uno de los grandes líderes de la nación. Pero se aparta de la visión de algunos funcionarios de la anterior administración que consideran que los aciertos de la política de seguridad democrática permitían acciones de menoscabo de los derechos humanos y del DIH, o favorecer la persecución sistemática contra los contradictores políticos y la incursión en prácticas como las interceptaciones telefónicas, los falsos positivos, la rampante corrupción y las alianzas con el narcotráfico que hoy tienen a muchos políticos y a dichos representantes del gobierno anterior rindiendo cuentas ante la justicia o privados de la libertad por tales hechos. Es claro que Santos no admite el ‘todo vale’tan en boga en ese entonces.
Muchos de los uribistas que hoy se han convertido en contradictores del actual gobierno deberían estar arrepentidos y pidiendo perdón público por sus acciones, o preparando su defensa ante los tribunales por las “fujimoradas” cometidas, en lugar de intentar torpedear las actuales iniciativas gubernamentales. Es el caso del excomisionado de paz, Luis Carlos Restrepo, en mora de explicar su actuación en las falsas desmovilizaciones y de rendir cuentas ante los tribunales. Este sector del uribismo es tan arrogante y desconocedor de la realidad del país que incluso trata de sugerir que las consecuencias de la oleada invernal se deben a que la ‘Prosperidad democrática’ no funciona, en lugar de actuar de manera solidaria con los afectados de este fenómeno y de apoyar las acciones de mitigación emprendidas.
La propuesta del presidente Santos está calando entre la opinión pública, al igual que en el contexto internacional donde el país empieza a recuperar el tiempo perdido para situarse al centro de las grandes decisiones mundiales y de Latinoamérica. Creo que, así las cosas, estamos ante un gobierno que puede hacer posible la paz, luego de concretar una negociación con las guerrillas si éstas aceptan las condiciones que el gobierno ha planteado.
Resulta evidente el cambio de tono del Gobierno nacional aún en el tema de los derechos humanos y sindicales. Tuvieron que pasar varias décadas para volver a ver a un presidente en la asamblea de una central sindical y a un vicepresidente liderando las rectificaciones que deben hacerse en esa materia. Ahora podemos entender mejor la fuerza que tiene el proyecto de ley de víctimas y de tierras, donde el gran opositor es, de nuevo, el sector de ultraderecha del uribismo.
Menos mal que hay fracciones de ese movimiento más sensatas que acogen la propuesta, cansadas de la inútil confrontación. Solo falta apagar el famoso twitter, del gran personaje, para que Colombia marche por la tercera vía que el presidente Santos está proponiendo.
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