Realizada la marcha de víctimas en el municipio de Necoclí, en el norte del Urabá antioqueño, se puede concluir que además del inmenso éxito que la gran prensa se niega a reconocer, dicha región puede convertirse en un buen observatorio para la aplicación de la Ley de víctimas y restitución de tierras.
Recordemos que se trata del rincón de Antioquia tal vez más golpeado durante muchos años por el conflicto armado y por la presencia de todos sus actores. Primero fue la influencia de las Farc y el Epl, pero con la desmovilización de éste quedaron las primeras. Luego incursionan las autodefensas y el paramilitarismo: Hoy persisten las Farc y unas bacrim señaladas con el mote de “Gaitanistas”, pero mal llamadas por otros como banda de los “Urabeños”.
El resultado de estas presencias guerreristas se aprecia en años de despojo, masacres, desplazamientos, homicidios y en general un sinnúmero de desmanes que generaron infinidad de familias víctimas, pesadilla que aún no termina.
Víctimas que son responsabilidad de todos los actores del conflicto armado, y no de unos u otros, como erróneamente se quiere señalar. Porque también las hay del exterminio del Epl: al igual que sucedió con la Unión Patriótica, los antiguos esperanzados fueron objeto de una sistemática persecución que condujo al asesinato de más de 300 de sus desmovilizados.
Ahora es necesario que la aplicación de la ley de víctimas en esta región convoque al conjunto de sus fuerzas vivas. No se entendería la ausencia de bananeros, agricultores, ganaderos y trabajadores, o de la clase política y las diversas instituciones locales, que deben estar acompañadas por el nivel departamental y nacional. Pero ante todo, que haya presencia de las víctimas, de todas, del conflicto que son en últimas las principales protagonistas.
Urabá puede mostrarle a Colombia y al mundo que sería modelo a seguir de un proceso desatado en una perspectiva de reconciliación: que la convocatoria del Gobierno y las fuerzas vivas locales apunte a generar los grandes acuerdos y consensos que el territorio y las víctimas reclaman. Por eso es conveniente que, por propia iniciativa, su dirigencia construya una ruta de reconciliación y que tenga cuidado de apartar de ese sendero a quienes solo buscan echarle más leña al fuego o fomentar una política revanchista que de nada le sirve a las víctimas, a la región, y mucho menos a Antioquia.
Que no se vuelva a repetir el ciclo del conflicto, cortemos ya su cordón umbilical. La reconciliación debe ser la estrategia a seguir y la reparación, la justicia y la verdad el medio para lograrla.
Recordemos que se trata del rincón de Antioquia tal vez más golpeado durante muchos años por el conflicto armado y por la presencia de todos sus actores. Primero fue la influencia de las Farc y el Epl, pero con la desmovilización de éste quedaron las primeras. Luego incursionan las autodefensas y el paramilitarismo: Hoy persisten las Farc y unas bacrim señaladas con el mote de “Gaitanistas”, pero mal llamadas por otros como banda de los “Urabeños”.
El resultado de estas presencias guerreristas se aprecia en años de despojo, masacres, desplazamientos, homicidios y en general un sinnúmero de desmanes que generaron infinidad de familias víctimas, pesadilla que aún no termina.
Víctimas que son responsabilidad de todos los actores del conflicto armado, y no de unos u otros, como erróneamente se quiere señalar. Porque también las hay del exterminio del Epl: al igual que sucedió con la Unión Patriótica, los antiguos esperanzados fueron objeto de una sistemática persecución que condujo al asesinato de más de 300 de sus desmovilizados.
Ahora es necesario que la aplicación de la ley de víctimas en esta región convoque al conjunto de sus fuerzas vivas. No se entendería la ausencia de bananeros, agricultores, ganaderos y trabajadores, o de la clase política y las diversas instituciones locales, que deben estar acompañadas por el nivel departamental y nacional. Pero ante todo, que haya presencia de las víctimas, de todas, del conflicto que son en últimas las principales protagonistas.
Urabá puede mostrarle a Colombia y al mundo que sería modelo a seguir de un proceso desatado en una perspectiva de reconciliación: que la convocatoria del Gobierno y las fuerzas vivas locales apunte a generar los grandes acuerdos y consensos que el territorio y las víctimas reclaman. Por eso es conveniente que, por propia iniciativa, su dirigencia construya una ruta de reconciliación y que tenga cuidado de apartar de ese sendero a quienes solo buscan echarle más leña al fuego o fomentar una política revanchista que de nada le sirve a las víctimas, a la región, y mucho menos a Antioquia.
Que no se vuelva a repetir el ciclo del conflicto, cortemos ya su cordón umbilical. La reconciliación debe ser la estrategia a seguir y la reparación, la justicia y la verdad el medio para lograrla.
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