SIN RODEOS
Sin
olvidar a Guillermo Gaviria
Por Jaime A. Fajardo Landaeta
Twitter: @JaimeFajardoLan
Entradilla:
En regiones de Antioquia se
prefiguró el posconflicto, antes del pacto de La Habana.
En
algunas regiones de Colombia se promovieron procesos institucionales, sociales
y territoriales, conjugados con acciones de la fuerza pública, que propiciaron fenómenos
de posconflicto previos a los acuerdos de paz
hoy vigentes. Los más notorios y exitosos se han desarrollado en Antioquia,
aunque permanecen subvalorados en el contexto nacional.
Un
caso concreto: en el Oriente antioqueño, entre el final y el comienzo de siglo,
se intensificó dramáticamente el conflicto armado con tomas guerrilleras, accionar
de grupos paramilitares, retenes viales, desplazamientos forzados,
desapariciones, secuestros masivos a los que no escaparon algunas autoridades, campos
minados y dominio de grupos armados, con la consiguiente penetración económica
y política en los territorios.
En
este escenario regional surge el nombre de Guillermo
Gaviria Correa, primero como candidato y luego como gobernador. Este
carismático líder no esperó resultados y efectos de la seguridad democrática:
se empeñó, tozudo, en apoyar las iniciativas que partían de la comunidad, de
los alcaldes de la región, de las ONG y de sectores de la Iglesia que
pretendían atenuar la conflagración social y aclimatar acciones humanitarias para
salvar las vidas de ciudadanos inocentes, funcionarios e integrantes de la
fuerza pública y la guerrilla.
En
todos los municipios se instalaron Asambleas
Constituyentes y organizaciones de víctimas, hubo marchas por la vida y
contra las acciones de los grupos ilegales, se trabajó con entusiasmo en un Plan
Congruente de Paz, se impulsó una pedagogía de la noviolencia
y un Laboratorio de Paz en el Oriente antioqueño. Con estos y otros escenarios,
las comunidades enfrentaron el conflicto armado; combinaron los acuerdos
humanitarios con el quehacer de la fuerza pública, y así el territorio pudo
alcanzar inéditos niveles de paz y de movilización ciudadana.
Cuando
se perfeccionaron las negociaciones de La Habana, el Oriente antioqueño tenía
un largo camino recorrido hacía el posconflicto; los esfuerzos de la
integración autoridades - comunidad están a la vista. Igual sucedió en el
municipio de Tarso: con su Asamblea Constituyente logró enfrentar a los ilegales
y darle trascendencia a la participación comunitaria.
También
en la subregión de Urabá, donde autoridades y comunidad han superado
situaciones cruentas de vieja data. Se respira otro ambiente, a pesar de la
presencia del narcotráfico y de bandas a su servicio, sin que desaparezcan las
consecuencias de la violencia, mientras que miles de víctimas esperan reparación,
verdad y usufructo de caminos ciertos de reconciliación y posconflicto.
Así
que en muchas regiones, aún del Valle de Aburrá, se prefiguró
el posconflicto. Pero estas todavía no perciben sus beneficios. ¿Por qué
hay exclusiones en la implementación de los acuerdos? Si hubo marchitamiento de
las guerrillas o los paramilitares fue producto, principalmente, de los
procesos descritos, que maduraron y dieron resultados, ¿por qué no se siente
hoy el impacto de la construcción de paz y se desconoce el protagonismo
ejercido, en especial de los grupos de víctimas?
Valdría
la pena establecer estos balances territoriales para que quede claro que no
todo fue fruto de la llamada seguridad democrática, y que un adalid de estas luchas
fue Guillermo Gaviria Correa. Pero algunos se apoyan en su legado de liberal y
de luchador de la noviolencia, que defendió hasta el sacrificio, para
tergiversar sus postulados. Es hora de retomar sus banderas e impedir que en su
nombre, y en el de las víctimas que lo acompañaron, se siga pisoteando su
construcción colectiva y humanitaria.
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