Por: Aldo Cívico
Muchos, muchísimos, se taparon la nariz y decidieron darle una segunda oportunidad al presidente Santos con un mandato preciso: llevar a un buen resultado los procesos de paz.
En las últimas dos semanas le hice seguimiento a la campaña desde Italia. La lejanía geográfica quizás me permitió tener una percepción particular de lo que estaba pasando en Colombia. Miraba la prensa y hablaba con amigos de todos los bandos políticos, al mismo tiempo que observaba de cerca la dinámica reformista que está imponiendo en Italia el primer ministro Matteo Renzi y la iniciativa de paz que está liderando el papa Francisco acogiendo en el Vaticano al presidente de Israel y al de la Autoridad Palestina.
El vigor y la franqueza del primer ministro italiano me recordaron la importancia de un liderazgo auténtico para lograr cambios profundos. El liderazgo del presidente Santos ha sido tímido durante su primer mandato. Su ambigüedad, incluso hacia los temas de la paz, casi le costaron la reelección. El presidente Santos tiene que reconocer que el poco entusiasmo y las preocupaciones que existen en amplios sectores del país hacia el diálogo con las Farc se deben en parte a la insuficiente pedagogía e información que hay sobre el proceso en Cuba. El presidente Santos necesita refinar su discurso sobre la paz y escuchar más detenidamente los interrogantes y las solicitudes que le llegan desde el país.
Ver al papa Francisco entre los presidentes Peres y Abbas para rezar juntos por la paz en Tierra Santa me hizo poner la piel de gallina. Este momento puso en evidencia que la paz es necesariamente un proyecto incluyente o no es una verdadera paz (ese “o no es” está incompleto, hace falta un complemento). Una paz partidaria en Colombia no sería paz, sino otra reencarnación del conflicto armado y político que plasmó hasta hoy el destino del país y la cotidianidad de su pueblo. Por eso, lo que el papa dijo sobre Israel, pienso, se aplica también a Colombia.
Dijo el papa Francisco en aquella ocasión: “Para conseguir la paz, se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra. Se necesita valor para decir sí al encuentro y no al enfrentamiento; sí al diálogo y no a la violencia; sí a la negociación y no a la hostilidad; sí al respeto de los pactos y no a las provocaciones; sí a la sinceridad y no a la doblez. Para todo esto se necesita valor, una gran fuerza de ánimo”.
No se puede imaginar una Colombia reconciliada y en paz sin el aporte del uribismo y de un sector importante del conservadurismo. Si para el bien del país, muchos deberán tragarse el sapo de extender la mano a la guerrilla, igualmente muchos otros deberán tragarse el sapo de dialogar con el expresidente Álvaro Uribe.
Hoy Colombia necesita líderes que sepan pensar en grande, que sepan imaginar lo inimaginable. Cuando la euforia de la victoria y la amargura por la derrota se calmen, tengo la esperanza de que el presidente Santos extienda la mano al expresidente Uribe. Tengo también la esperanza de que el expresidente Uribe extienda su mano y no el puño. Ojalá ambos tengan la grandeza de los líderes que en la historia tuvieron el valor y aquella gran fuerza de ánimo mencionada por el papa Francisco.
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