SIN RODEOS
15
de junio: todos por la paz
Por Jaime A. Fajardo Landaeta
Twiter: @JaimeFajardolan
Que
las Farc renuncien a todo tipo de ataque a la población y a la fuerza pública,
que se abstengan de reclutar niños para la guerra, de sembrar minas antipersona
y de propiciar desplazamientos, son tal vez los más vehementes anhelos de los
colombianos. Pero pregonar la suspensión de la negociación para obligarlas a aceptar
unilateralmente esas aspiraciones, antes de firmar un acuerdo, es una desmesura.
Con este artilugio se pretende confundir a los electores, para mostrar al
candidato Zuluaga como adalid de una negociación impuesta a la contraparte, so
pena de arrasarla.
Sabemos
que la negociación va por buen camino y próxima a una fase de decisiones irreversibles.
Además, los colombianos tendremos la oportunidad de avalar los acuerdos y de participar
en sus futuros desarrollos.
Así
que desborda falsedad el anuncio de dicho aspirante en el sentido de que, si accede
a la presidencia, dará ocho días de plazo para que las Farc acepten las
imposiciones que su posible gobierno está ambientando, y que implican un desconocimiento
de la dinámica de la negociación en general. Es claro que previamente se pactó la
agenda y una metodología que incluye negociar en medio del conflicto, lo que cambiará
radicalmente cuando se llegue a un acuerdo sobre el conjunto de la agenda, se
firme el acuerdo global y su texto sea avalado por los colombianos. Luego debe
darse la desmovilización, la entrega de armas y la incursión de los excombatientes
en la vida democrática del país.
Cualquier
cambio en la agenda o en exigencias a la contraparte debe ser producto de otros
acuerdos. Lo más seguro es que el improbable día cuando Zuluaga presente su
listado de pretensiones, la guerrilla contrapropondrá un cese bilateral del
fuego, más otras condiciones que entorpecerán la negociación; el posible gobierno,
más no deseado, las rechazará y, según la promesa electorera, terminará con los
diálogos y arreciará la actividad militar para intentar destruirlas.
Es
que toda su iniciativa se orienta a acabar con la posibilidad de paz para los
colombianos y a matizar las suspicacias que suscita el uribismo. Y aunque
quisiera aceptar un acuerdo bilateral con las Farc, Uribe se lo impediría. Además,
nos vende la idea de que la justicia transicional no existe y, aunque no ha
sido tema de la negociación, propalan que el proceso es sinónimo de impunidad.
Nada más falso: Colombia puede construir su propio modelo de justicia
transicional con arreglo a los compromisos internacionales suscritos, para
terminar con el conflicto armado. Pero reducir esta posibilidad a la aplicación
de penas de seis años a autores de delitos de lesa humanidad es salir a la caza
de incautos y hacernos creer que las Farc ya están derrotadas y se las puede
exterminar fácilmente.
La
negociación no puede tener reversa, pero sólo la re-elección de Juan Manuel Santos
asegura su culminación satisfactoria para Colombia. Que el 15 de junio sea el
día del gran plebiscito a favor de esa promisoria opción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario