28 de mayo de 2014

15 DE JUNIO : TODO POR LA PAZ



SIN RODEOS

15 de junio: todos por la paz

 

Por Jaime A. Fajardo Landaeta

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Que las Farc renuncien a todo tipo de ataque a la población y a la fuerza pública, que se abstengan de reclutar niños para la guerra, de sembrar minas antipersona y de propiciar desplazamientos, son tal vez los más vehementes anhelos de los colombianos. Pero pregonar la suspensión de la negociación para obligarlas a aceptar unilateralmente esas aspiraciones, antes de firmar un acuerdo, es una desmesura. Con este artilugio se pretende confundir a los electores, para mostrar al candidato Zuluaga como adalid de una negociación impuesta a la contraparte, so pena de arrasarla.

Sabemos que la negociación va por buen camino y próxima a una fase de decisiones irreversibles. Además, los colombianos tendremos la oportunidad de avalar los acuerdos y de participar en sus futuros desarrollos.

Así que desborda falsedad el anuncio de dicho aspirante en el sentido de que, si accede a la presidencia, dará ocho días de plazo para que las Farc acepten las imposiciones que su posible gobierno está ambientando, y que implican un desconocimiento de la dinámica de la negociación en general. Es claro que previamente se pactó la agenda y una metodología que incluye negociar en medio del conflicto, lo que cambiará radicalmente cuando se llegue a un acuerdo sobre el conjunto de la agenda, se firme el acuerdo global y su texto sea avalado por los colombianos. Luego debe darse la desmovilización, la entrega de armas y la incursión de los excombatientes en la vida democrática del país.

Cualquier cambio en la agenda o en exigencias a la contraparte debe ser producto de otros acuerdos. Lo más seguro es que el improbable día cuando Zuluaga presente su listado de pretensiones, la guerrilla contrapropondrá un cese bilateral del fuego, más otras condiciones que entorpecerán la negociación; el posible gobierno, más no deseado, las rechazará y, según la promesa electorera, terminará con los diálogos y arreciará la actividad militar para intentar destruirlas.

Es que toda su iniciativa se orienta a acabar con la posibilidad de paz para los colombianos y a matizar las suspicacias que suscita el uribismo. Y aunque quisiera aceptar un acuerdo bilateral con las Farc, Uribe se lo impediría. Además, nos vende la idea de que la justicia transicional no existe y, aunque no ha sido tema de la negociación, propalan que el proceso es sinónimo de impunidad. Nada más falso: Colombia puede construir su propio modelo de justicia transicional con arreglo a los compromisos internacionales suscritos, para terminar con el conflicto armado. Pero reducir esta posibilidad a la aplicación de penas de seis años a autores de delitos de lesa humanidad es salir a la caza de incautos y hacernos creer que las Farc ya están derrotadas y se las puede exterminar fácilmente.


La negociación no puede tener reversa, pero sólo la re-elección de Juan Manuel Santos asegura su culminación satisfactoria para Colombia. Que el 15 de junio sea el día del gran plebiscito a favor de esa promisoria opción.

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