19 de marzo de 2014

GOLPEADOS PERO NO ACABADOS



SIN RODEOS

Golpeados pero no acabados

Por Jaime A. Fajardo Landaeta
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Los llamados Urabeños han recibido en las últimas semanas unos golpes muy significativos por parte de las autoridades, sin que ello signifique su inminente desaparición. Esta seguidilla de aciertos indica que vale la pena evaluar sus efectos e impacto, en especial en la cúpula de la estructura delincuencial.

En la subregión del Urabá antioqueño se realizó recientemente un operativo que condujo a la captura de uno de los jefes financieros y de parte de su escolta. Llamó la atención la cantidad de dinero incautado así como la caleta descubierta en el municipio de Barbosa, muy cerca de Medellín.

La recaptura de miembros de la banda escapados de la cárcel de El Pedregal, entre ellos la hermana de su máximo jefe (alias la Negra), también es otro elemento para el análisis.

Además, al parecer la organización tiene problemas con algunos de sus integrantes que la están abandonando o entregando información clave para las autoridades. Aun así, todavía ejerce una desafiante presencia en varios departamentos e incluso controla corredores estratégicos para la movilización de droga y armas, y de paso consolida escenarios de violencia generalizada: son los casos de Buenaventura, el Bajo Cauca antioqueño, Córdoba y algunas localidades de la Costa Atlántica. También se sabe de su relación con parte de los carteles de la droga mexicanos, de su actividad en el sur del continente y en varias islas del Caribe, y se cree que ha extendido parte de sus negocios a Europa.

En algunas regiones ha concretado alianzas con la guerrilla de las Farc, sus antiguos enemigos, o al menos logró una cierta distensión que favorece sus negocios. Participa también en un sinnúmero de rentas ilegales, incluida la minería. Si bien se dice que tales alianzas pretenden cooptar a los miembros o frentes de la guerrilla que no se desmovilicen, no se puede perder de vista que una desmovilización de las Farc concentraría más los esfuerzos de las autoridades sobre estas estructuras, así se vieran fortalecidas en algún momento del posconflicto.

Creo que el Gobierno Nacional debe revisar y evaluar su política de sometimiento a la justicia, definir qué componentes conserva y cuáles adopta, en caso de que entremos en un escenario de desarrollo de acuerdos de paz, porque no se puede descartar que miembros de esas bandas o las estructuras mismas pretendan involucrarse en un eventual proceso de sometimiento: se trata de visualizar, con derroche de imaginación, ese posible escenario.

Recordemos que actualmente el mecanismo de la extradición dejó de ser “el coco” para los delincuentes de todos los pelambres, y que a la larga a los requeridos por la justicia de EE. UU. les va mejor en una negociación con ella que con nuestra justicia. El Estado colombiano tiene que analizar muy bien este fenómeno.


De otro lado, debemos seguir adentrándonos en el debate global sobre el problema de las drogas y sus implicaciones en este conflicto. Más allá de lo que se discuta en La Habana es necesario que Colombia convoque de una manera más decidida y solidaria a la comunidad internacional para profundizar este debate y generar alternativas más concretas para el inminente periodo del posconflicto.

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