SIN RODEOS
Responsabilidades históricas
Por Jaime A. Fajardo Landaeta
e-mail: fajardolan@une.net.co
Si
en algo coincido con las Farc es en su apreciación sobre las responsabilidades
históricas, que muchos tenemos, en relación con el conflicto armado y el papel de
las víctimas. ¿Nos hemos preguntado por la identidad de los responsables de la Violencia
del período 1948 – 1958? ¿Acaso “Chulavitas” y “Pájaros” fueron ficción? ¿Qué
propósitos políticos movían a la guerrilla liberal? ¿Qué pasó con las miles de víctimas
campesinas y con sus tierras? ¿Quiénes manejaban los hilos del poder para que
todo ello funcionara?
Muchos
afirman que todo se resolvió con el plebiscito de 1957, que dio origen al
frente nacional con el consabido reparto del poder entre los dos partidos
tradicionales. Agregan que la votación masiva del pueblo confirió legitimidad
para perdonar y olvidar esa tragedia colectiva. O que en ese momento el Estado
no había adoptado compromisos internacionales, así que no valen conceptos como verdad,
justicia y reparación.
Ningún
jefe de los partidos tradicionales asumió responsabilidades. Esta quedó en
cabeza de una chusma descontrolada. ¿Y la Iglesia Católica? Muy significativa,
en su momento, la expresión del obispo de Santa Rosa de Osos (Antioquia): “¡Matar
liberales no es pecado!”
Siguieron
luego los 16 años del Frente Nacional, que condenó al país al ostracismo y al
reparto del poder nacional, en todas sus instancias. Al tiempo, muchos campesinos
procedentes de la guerrilla liberal, traicionados luego de entregar sus armas a
finales de la década del 50, dieron origen a las Farc, en 1964, y con ellas al
conflicto armado todavía vigente. Entonces plantearon una plataforma agraria
que sigue reflejando el abandono del campo y las nefastas consecuencias del
despojo y el desplazamiento. Pero los responsables no aparecen.
Según
el informe del Grupo de Memoria Histórica, de 1958 a 2013 se identifican
220.000 muertos producto del conflicto. Pero ¿la responsabilidad es solo de la guerrilla? ¿En dónde quedan las desapariciones forzadas y
las consecuencias del oscuro “Estatuto de Seguridad”, de Turbay Ayala, entre
1978 y 1982?
Y
qué decir de la connivencia entre políticos y narcotraficantes que consolidó
una repartija del poder, con todas sus
consecuencias. Un fruto: el MAS (Muerte a Secuestradores) y el inicio del accionar
paramilitar signado por todo tipo de tropelías, incluida el exterminio de la
Unión Patriótica. Luego, la toma y retoma del Palacio de Justicia, el papel de
la guerrilla del M-19, pero también de los militares quienes, enceguecidos, asumieron
el poder, haciendo a un lado al presidente Betancur.
Padecimos
después el proceso 8.000 y sus tentáculos mortales, sumado al exterminio masivo
de campesinos, luchadores populares y defensores de DD.HH. Seguimos con los “falsos
positivos” que, con el pretexto de la seguridad democrática,
institucionalizaron acciones criminales dizque en función de la lucha contra la
guerrilla. Aquí solo mencionamos algunos de los tantos casos que ensombrecieron
el panorama nacional.
Tal
vez resulte mejor no profundizar en toda esta pesadilla, y dedicar esfuerzos a
la definición de la agenda que Colombia requiere para la reconciliación y a coadyuvar
para que culminen sin tropiezos los diálogos de la Habana. Porque en la
búsqueda de responsables de esta tragedia nacional, ninguna institución se salva
y mucho menos las farc ¿o sí?
No hay comentarios:
Publicar un comentario