8 de julio de 2013

TODOS CONTRA LA EXTROSIÓN



SIN RODEOS

Todos contra la extorsión

 

Por Jaime A. Fajardo Landaeta

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Gana terreno en las ciudades colombianas la práctica de la extorsión y de otros delitos que lesionan la convivencia ciudadana, aunque se disponga de abundante fuerza policial y de organismos especializados para combatirla. Creo en su desvanecimiento cuando se cumpla con unos requisitos fundamentales:

 1) Que la institucionalidad alcance un muy sólido apoyo ciudadano para poder avanzar en esta lucha. Objetivo viable si las autoridades aplican un direccionamiento estratégico que a la vez logre identificar y expulsar de su seno y de las administraciones de la cosa pública a los cómplices del accionar delictivo. Es clave una estricta depuración de estos organismos.

2) Que haya despolitización del aparato judicial desde sus más altas cumbres, para que sus dignatarios puedan coadyuvar en el proceso de judicialización y castigo del delito. Hoy el poder judicial parece alejado de la realidad del crimen organizado y opera como si estuviéramos a comienzos del siglo pasado.

3) Que se ponga fin a la cohabitación y apoyo que ofrece un sector del empresariado y del comercio organizado a las bandas de extorsionistas. La asociación entre carteles del contrabando y otras modalidades delictivas contribuye a la vitalidad de estas organizaciones.

4)  Que se exijan responsabilidades frente al fracaso del proceso de reinserción y desmovilización de las AUC, no asumidas por el gobierno que lo implementó. Por esa razón algunos de sus mandos medios fungen de líderes de bandas.

5) Que se emprendan procesos de movilización y organización ciudadanas, hacia la creación de frentes civiles de lucha contra el crimen organizado y su expresión en la extorsión.

6) Que se generen planes focales y especializados que permitan a las autoridades locales y departamentales contar con el Gobierno nacional para la ejecución de operativos a gran escala y sostenidos, sin cortapisas territoriales, hasta desmantelar las estructuras criminales.

También se requiere perseverar en la creación de grupos especializados, como ya los tiene Medellín y el área metropolitana, con suficientes recursos y hombres; dotados de alta tecnología, equipamiento y movilidad para asumir este reto. Muchas de las falencias en la lucha contra este flagelo, se soportan en la falta de liderazgo en la ejecución de las políticas públicas para tal fin.

La experiencia nos está demostrando que la estrategia debe ser muy integral, porque nos enfrentamos a empresas criminales que han logrado consolidarse en las principales ciudades, pero sin descuidar las pequeñas expresiones delictivas del día a día. Estamos en mora de construir bases culturales y procesos sólidos de convivencia ciudadana que afiancen la cultura de la legalidad y la lucha contra la corrupción, para facilitar la erradicación de estos delitos. 

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