SIN
RODEOS
Carrusel
de errores
Por Jaime A. Fajardo Landaeta
e-mail:
jaimefajardolandaeta@gmail.com
@JaimeFajardoLan
Aunque
el Gobierno Nacional no lo quiera reconocer, es responsable de casi
todas las dificultades que rodean las Zonas Veredales de
Normalización y transición (ZVNT). La improvisación, el lento
trámite de la contratación y los posibles hechos de corrupción, el
desconocimiento de algunos funcionarios de su ubicación y las
crecientes diferencias con las Farc, dominan un escenario que no es
más caótico porque en su última conferencia nacional esa guerrilla
tomó la determinación de abandonar las armas y convertirse en
partido político. Última palabra.
Producto
del actual desbarajuste es que hubiese pasado casi desapercibido el
hecho histórico e inconmensurable de ver a una heterogénea cantidad
de guerrilleros desfilando con sus comandantes hacia las zonas
campamentarias, saludando a la población civil y a los militares que
encontraban en su camino. Y sucedió porque la opinión pública está
entretenida con el debate de otros temas que le quitaron fuerza a
este acontecimiento.
No
se puede negar que también los propios acuerdos suscritos entre el
Gobierno y las Farc incurrieron en errores al escoger algunos
territorios como ZVNT, pues sus condiciones no facilitan el logro de
los objetivos. Además, pesaron bastante otros argumentos y el
sentido de darle a la oposición y a la opinión pública el mensaje
de que no se estaba cediendo demasiado terreno para la etapa final de
concentración y dejación de armas.
El
Gobierno Nacional no se puede seguir equivocando de esa manera, ni
entregar en bandeja de plata argumentos a la oposición para que tome
los hechos, los magnifique y tergiverse, para finalmente retornarlos
a la opinión pública como verdad sabida y buena fe guardada.
Pero
crece la lista de equívocos de las partes, y ahora son las Farc las
que se empecinan en que la entrega de armas se produzca en forma
secreta, con argumentos tan ridículos como aquél de no propiciar
interpretaciones ligadas a una humillación o pérdida de moral de
los combatientes, o con otras razones igualmente baladíes. Si algo
debe quedar claro es que la desmovilización y entrega de armas es un
hecho histórico de inmenso significado para el país, un triunfo de
la paz y de los colombianos, y un aporte elocuente de esa guerrilla a
toda la sociedad en la búsqueda de la reconciliación nacional.
Ocultar
ese gesto equivale a dilapidar una gran oportunidad para pregonar sus
méritos, y para que los medios de comunicación -en vez de alentar
con tanta insistencia las argucias de la oposición- dediquen sus
esfuerzos a resaltar los alcances del acuerdo, y buscar así que la
comunidad internacional se comprometa aún más con sus desafíos y
lo valore en sus reales dimensiones.
Además,
este desacierto sirve a los enemigos del proceso de paz para opacar
su impacto y tratar de sacar provecho del próximo debate electoral,
mientras intentan unir fuerzas en el propósito de desmontar los
acuerdos, si lo ganan.
Afortunadamente
la discusión se ha centrado en la lucha contra la corrupción, donde
dicha oposición política es la que más tiene que perder, dado su
mayor compromiso con esos hechos criminales. Pero los alcances del
proceso de paz se han visto disminuidos, fenómeno que se acentuará
si el Gobierno y sus delegados en los acuerdos no logran subir el
perfil de los inminentes logros.
A
todas estas ¿dónde quedó la Estrategia de Reacción Rápida, ERR,
prometida para todos los territorios y que manejaba el Ministerio del
Posconflicto?
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