SIN RODEOS
Tortuosa
consolidación
Por Jaime A. Fajardo Landaeta
Twitter: JaimeFajardoLan
No
entendemos la parsimonia de las Farc para entregar los menores de edad que aún
permanecen en sus filas, a sabiendas de que serán juzgados por tal delito en el Tribunal
Especial de Paz. Reticencia que ha servido para oxigenar la oposición al
proceso de paz, generar incertidumbre y evidenciar la falta de compromiso con
los ACUERDOS plenamente vigentes.
En
la medida en que se vayan resolviendo esta y otras dificultades, tanto el
proceso como el país en general accederán a nuevos escenarios, para abordar las
que se han quedado huérfanas del debate público nacional, porque el conflicto
armado las volvió invisibles, o las subvaloró. Por citar algunas de tales
dificultades: la corrupción, los conflictos de convivencia (ojalá mengüen con el
nuevo Código de Policía), la justicia, la inequidad social, el clientelismo, la
renovación política y otras reivindicaciones sociales. Sobre ellas, y muy
posible otras, se volcará la atención nacional.
Que
el Congreso de la República cumpla con la implementación de los acuerdos, y que
las Farc no los quebranten, para que los colombianos nos concentremos en la
resolución de los temas enunciados. Quienes insistan en buscarle peros a los
ACUERDOS DE PAZ y a su implementación quedarán rezagados ante el nuevo
escenario electoral que exigirá una mayor rendición de cuentas de los políticos
y los partidos, y nuevas alternativas ante la presencia de un electorado que
votará por líderes muy distintos a los que hoy dominan el ámbito nacional.
Para
el 2018 las Farc se habrán desmovilizado, desarmado y CONVERTIDO en partido
político, así que los grandes anhelos de renovación y cambio alcanzarán mayor
ímpetu. El peligro entonces consistirá en que las fuerzas progresistas y
demócratas no dimensionen el nuevo escenario y que surja algún “mesías” al
estilo Trump, con la pretensión de capitalizarlo. Ese personaje no será Álvaro
Uribe ni ningún militante del Centro Democrático, porque para ese momento
habrán agotado el discurso BELICISTA y el populismo desaforado que enarbolan.
Pero
hasta ahora tampoco aparecen como canalizadores de estas tendencias los demás
partidos políticos; la ciudadanía saldrá a votar sin PRESIONES de grupos
armados, o al menos al nivel que hasta ahora conocíamos, y seguramente
repudiará todo lo que represente el establecimiento, las mafias, el crimen
organizado y la politiquería. Este será uno de los valores agregados del
posconflicto, junto con la construcción de una inédita ruta de reconciliación. La
CONCIENCIA ciudadana tomará mayores bríos en el horizonte de paz que se avizora.
Pero
debemos ser enfáticos: todo eso será posible si avanzamos en la implementación
y consolidación de los acuerdos de paz, tal como lo está haciendo el Congreso
Nacional. Pero también debemos estar alerta ante la inminente política de
exterminio contra defensores de DDHH, líderes sociales y desmovilizados,
crímenes que quieren repetir sectores afines a la EXTREMA derecha.
En
el entretanto, al ELN solo le queda la alternativa de negociar; de lo
contrario, Gobierno y FF. MM. tendrán que golpear certeramente sus estructuras,
fórmula extensible a las bacrim. En todo caso, si algo debió aprender el Estado
colombiano de anteriores procesos de paz, es que tiene que disponer de un plan
de CONSOLIDACIÓN integral y de ocupación de los territorios que abandonen las guerrillas
y la delincuencia organizada. De lo contrario, este vacío lo llenan otros
actores, para reafirmar que subsiste una enorme debilidad institucional en este
campo.
Habrá
que esperar los efectos de los cambios que se produzcan con el gobierno Trump:
si decide o no apoyar el proceso de paz, o hacerlo parcialmente. De todas
maneras los colombianos tenemos que demostrar grandeza para concretarlo
plenamente, a pesar de la antipatriótica actitud de algunos miembros de la
oposición política.
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